Metro


Él: Era la primera vez que nos atrevíamos a acercarnos tanto, se ha girado, quiere que juguemos. Acaricié muy despacio su brazo y vi cómo, lentamente, se le empezaba a poner la piel de gallina. Aparté su sedoso pelo para poder llegar hasta su oído y, mientras las puertas del metro se abrían, pronuncié por primera vez en mi vida dos palabras que no creo que vuelva a pronunciar jamás: «Te quiero». Nunca pensé que tuviera tanto miedo al compromiso. Salió corriendo por la puerta a una velocidad tan impresionante que, aunque hubiéramos salido al mismo tiempo, me habría sacado un kilómetro de distancia en menos de cinco minutos. No lo entendía, esa no era su parada. Jamás la volví a ver.

Ella: Ahí está otra vez ese pirado acosador, Dios, me da miedo cómo me mira. Me voy a dar la vuelta, no vaya a ser que encima se crea que lo miro porque me gusta su cara de loco. Joder, ahora me está acariciando el brazo, me provoca escalofríos… A lo mejor son imaginaciones mías, tal vez me esté rozando sin querer con su chaqueta. «Te quiero». Tengo que huir de aquí, no volveré a coger el metro en mi vida.


Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días" https://www.agulleiro.es


Comentarios

Entradas populares de este blog

Sonó la campana

Peón blanco

Libido