Paracuellos - La Desbandá

Paracuellos: Sacerdote: Salí por la puerta rezando, ese día ni siquiera había podido ponerme la sotana, y deduje que jamás me la volvería a poner. Delante de mí un niño lloraba abrazado a su padre, me agaché para consolarlo y la culata de un fusil golpeó mi espalda. «¡Camina!». Me levanté dolorido y acaricié el pelo del pequeño al pasar por su lado. Oí el mismo grito dirigido al niño: «¡Camina!». Antes de que me diese la vuelta sonó un disparo seguido de un doloroso alarido. Miré al cielo llorando. Perdí la fe justo antes de morir. Soldado: Miré al cura y vi cómo se agachaba para consolar al pequeño, le di con el fusil lo suficientemente fuerte como para que no se cayera al suelo, no quería perder más el tiempo. El padre siguió abrazando a su hijo, golpeé al niño, pero no se movió, esto nos iba a retrasar demasiado. Apunté con mi fusil a la cabeza del niño y disparé. Ya no quería escuchar más llantos. Vi cómo el cura miraba hacia arriba para rezar, poca piedad había tenido