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Mostrando entradas de abril, 2018

Padre e hijo

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Cierro los ojos y lo veo. Aún hoy, veinte años después, sigo viendo la mirada de mi padre totalmente fuera de sí mientras se sacaba el cinturón con actitud amenazante. Nunca llegó a utilizarlo, pero el hecho de que el cuero no tocase mi carne lo hacía más duro todavía. Durante toda mi infancia he tenido un miedo horrible. Miedo a lo que sentiría mi piel al entrar en contacto con el cuero. Miedo a que, una vez que lo utilizara, decidiese que era un buen método de enseñanza. Miedo a lo que utilizaría después… Pero ese día nunca llegó. Jamás sabré si se debió a lo que le dije aquel día o si nunca había tenido intención de utilizarlo, pero la cuestión es que viví toda mi infancia asustado por nada. Aquella mañana marcó para siempre el resto de mi vida, la mañana que me convirtió en lo que ahora soy, la mañana en la que murió el miedo de mi interior y comenzó el nacimiento de mi indiferencia. Tenía catorce años y derramé un poco de leche en la mesa al desayunar, mi padre puso esa furio

¿Qué sucedió?

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¿Qué sucedió? Durante toda mi vida he evitado contestar a esa pregunta, pero mi silla de ruedas y el muñón de mi brazo izquierdo se han encargado de que la gente la siguiese formulando. Hoy ya no puedo contestar. Las enfermedades de la vejez han conseguido retirarme el uso de las cuerdas vocales. Hoy, por primera vez, oí a través de la voz de mi nieta la respuesta que tendría que haber dado a esa pregunta, la respuesta que nunca conseguí pronunciar:       — ¿Qué le sucedió a tu abuelo?       — Que Picasso pintó un cuadro. Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días"   https://www.agulleiro.es Todos los derechos reservados