Un nuevo vertedero
Inspiro
con fuerza, vivo a cien kilómetros de distancia y, sin embargo, su olor rancio
penetra en mis células olfativas con tanta fuerza que me cuesta seguir
respirando. Miro a mi alrededor y compruebo cómo la gente lee las noticias en
su teléfono móvil para, acto seguido, sonreír con resignación. Lo sabían, todos
ellos lo sabían. Tal vez ese sea el motivo por el que ellos no lo notan. Miro a
una joven al fondo de la calle y veo que su gesto es idéntico al mío, ella
también lo huele. Arruga la nariz con cara de asco y comienza a girar la cabeza
para comprobar, igual que había hecho yo segundos atrás, que a nadie le importa
el olor. Cruzamos nuestras miradas y nos quedamos un rato fijándonos el uno en
el otro, enfadados por el asqueroso aire podrido que desprende la plaza de la
Villa de París. En unos minutos acabamos asintiendo y sonreímos resignados.
Todo el mundo sabe que el olfato se acostumbra rápido a los nuevos olores. Si
ya no notamos la podredumbre que desprenden Génova o Ferraz, ¿por qué no nos
vamos a acostumbrar al nauseabundo olor de la plaza de la Villa de París?
Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días" https://www.agulleiro.es/
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