Aprendiendo valores



Minutos, solo me quedan minutos de vida. Recuerdo que hace unos años alguien me preguntó: «Si pudieras pedir un último deseo, segundos antes de morir, ¿qué pedirías?». Ahora sonrío mientras una lágrima recorre mi rostro. No sé qué contesté por aquel entonces, de hecho, no recuerdo absolutamente nada más de ese día. Solo la pregunta. Un último deseo. Una nueva lágrima cayó acompañando a la anterior. En estos últimos momentos cierro los ojos recordando lo que más añoro, lo único que querría ahora mismo. Lo que más necesito para que mi corazón deje de dolerme mientras bombea sus últimos latidos: un último aliento de tus pulmones, uno de esos alientos que solo abandonan tu cuerpo cuando estamos haciendo el amor. Un cálido aliento recorriendo mi cuello mientras nos abrazamos. Abro los ojos para ver tu cuerpo por última vez, al tiempo que me coloco el viejo revólver de mi padre sobre la sien. Jamás debí pegarte tan fuerte.

Decidí fingir el desmayo para que no me siguiera pegando, nunca me había dado tan fuerte, pero, al fin y al cabo, me lo merecía. Se me había quemado la cena por haber estado ocupada con la plancha. Me lo había dicho una y mil veces: «Haz las cosas de una en una, ¿no te das cuenta de que eres una completa inútil?». ¿Por qué no lo había escuchado antes? Había tenido que pegarme tantas veces para enseñarme… Y ahora estaba muerto. No iba a volver, y todo era culpa mía. ¿Qué le iba a decir a mis hijos cuando regresaran del colegio?

Volví del colegio con mi hermano pequeño de la mano y vi a mi madre, en medio del salón, con mi padre muerto en el suelo. Por fin había matado a ese hijo de puta.


Miré a mi madre, totalmente cubierta de sangre, luego bajé la vista y vi a papá en el suelo. No sabía cómo esa maldita inútil podía haber acabado con la vida de nuestro padre. Miré al suelo y vi la vieja pistola del abuelo. No tenía ni idea de que una mujer pudiese llegar a disparar.


Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días" https://www.agulleiro.es


Comentarios

  1. Qué horror Santi! Estoy seguro de que el sistema puede y debe velar por el bien de todos, especialmente de los más pequeños. La cosa es: ¿Está seguro de que quienes están involucrados en eso "sólo" quieren su bien? Yo no. Un abrazo, amigo!

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