H - Ramón Montoya - Moncho Bodallo


-         
- Mire, agente. Tengo puesto el cinturón de seguridad, no he pasado de cuarenta por esta carretera, que tiene la velocidad máxima situada en cincuenta. Los faros están pulidos, todas las luces del coche están funcionando de forma correcta, puesto que son casi nuevas. Las emisiones de CO2 son mínimas, ya que, tanto el filtro de partículas, como la válvula EGR están recientemente cambiadas. Aunque sé que ya no es necesario, sigo llevando el resguardo del pago del seguro. Los limpiaparabrisas son nuevos, a las ruedas aún les queda medio dedo para llegar a la marca de desgaste, he tenido en todo momento las dos manos en el volante, hasta tengo una señal marcando los grados que exige la normativa. Llevo mis gafas de ver y otras de repuesto, estamos a casi cuarenta grados y llevo puestas sandalias cerradas por detrás, cuando serían mucho más cómodas las abiertas. Y, además, llevo puesta una camiseta, tal y como exige la ley. No me toque los cojones con que no puedo conducir así. – El agente se quedó perplejo mirando de arriba abajo al hombre que tenía ante él, pero, lo cierto es, que tenía toda la razón del mundo. No estaba escrito en ningún lugar que se tenga que circular de forma pudorosa. Guardó su talonario de multas y volvió a subir a su moto sin decir palabra. Desde aquel día todo el mundo habla de Ramón Montoya, que iba con camiseta, pero enseñando la polla.









-         - Mire, axente. Teño posto o cinto de seguridade, non pasei de corenta por esta estrada, que ten a velocidade máxima situada en cincuenta. Os faros están pulidos, todas as luces do coche están funcionando de forma correcta, pois son case novas. As emisións de CO2 son mínimas, pois acabo de cambiar o filtro de partículas e a válvula EGR. Aínda que sei que xa non é necesario, sigo levando o resgardo de pago do seguro. Os limpa-parabrisas son novos, as rodas aínda lle queda medio dedo para chegar a marca de desgaste, tiven en todo momento as dúas mans no volante, ata teño un sinal marcando os grados que exixe a normativa. Levo as miñas lentes de ver e outras de reposto, estamos a corenta grados e levo postas sandalias pechadas por detrás, cando serían moito máis cómodas as abertas. E, a demais, levo posta unha camiseta, tal e como exixe a lei. Non me toque o carallo con que non podo conducir así. – O axente ficou perplexo mirando de arriba a abaixo ao home que tiña ante el, pero, o certo é,  que tiña toda a razón do mundo. Non estaba escrito en ningures que se teña que circular de forma pudorosa. Gardou o talonario das multas e volveu a subir a súa moto sen dicir palabra. Dende aquel día todo o mundo fala de Moncho Bodallo, que ía con camiseta, pero ensinando o carallo.








Comentarios

Entradas populares de este blog

Sonó la campana

Peón blanco

Libido