La manada
Existió
una vez, en el bosque, una pequeña manada de lobos admirada y envidiada por
muchos otros. Divididos en varios grupos, se dedicaban a cazar a todos los
animales que se les antojaba para luego presumir de sus proezas cuando se
juntaban todos los grupos alrededor de la gran hoguera. Unos contaban cómo
habían atacado a varias crías de una gran liebre antes de que esta se pudiese
dar cuenta de que había ocurrido algo; otros contaban cómo habían atacado entre
todos a varios cervatillos que se habían perdido del resto de su grupo. Otros,
sin embargo, habían tenido dificultades para atacar a un pequeño grupo de
zorros, ya que cuando se quisieron dar cuenta resultaron ser mucho más
numerosos de lo esperado y tuvieron que huir. Una noche estaban reunidos en la
gran hoguera y uno de los grupos llegó tarde porque había decidido ir a cazar
más allá de la frontera del bosque, los demás enmudecieron de inmediato y los
miraron moviendo la cola a la espera de grandes historias. Cuando comenzaron a
hablar parecía que todo lo que les rodeaba estuviese conectado con su historia.
Contaron cómo encontraron a una pequeña osa sola y desorientada en la orilla de
un riachuelo. La atacaron entre todos y comenzaron a morderla y a intentar
tirarla al suelo, empujándola con las patas, pero la osezna parecía resistirse.
Contaron cómo la redujeron mordiéndole en los tobillos hasta que consiguieron
tirarla al suelo y cómo se tiraron sobre su mullida piel mientras le mordían el
cuello. Uno de los lobos preguntó con el brillo del fuego reflejado en su
pupila: «¿Llegasteis a comer carne de la osa?». «Llegamos a saborearla, lo
cierto es que no teníamos hambre, de modo que la dejamos allí tirada después de
haber absorbido su jugo». Todos los lobos rieron y aullaron creando un gran
estruendo en la oscura noche iluminada únicamente por el fuego, después se
tumbaron sonrientes sobre la fina hierba del bosque y se quedaron dormidos.
Pasados
unos años, un numeroso grupo de animales estaba reunido en el centro del bosque
en un absoluto silencio, formando un extraño círculo alrededor de algo. En
todos los años de convivencia en el bosque jamás se había visto algo tan
extraño. Lobos y liebres, zorros y ratones. Todos los animales del bosque
parecían haberse reunido en el mismo sitio en el más absoluto de los silencios,
como si estuviesen contemplando una película. Una joven osa vio el grupo sin
comprender lo que estaban mirando, se acercó a ellos y se puso de pie sobre las
dos patas traseras para intentar averiguar qué era tan importante como para que
cachorros de liebre y lobos ancianos decidieran compartir escenario en una
especie de pacto de no agresión. Había un gran círculo de piedras rodeando unas
ascuas que todavía no se habían apagado del todo. En el contorno solo pudo
distinguir muchas matas de pelo grisáceo ensangrentadas. De pronto, vio a una
que parecía estar observándola con unos ojos negros carentes de cualquier tipo
de vida. Ella sostuvo la mirada durante un rato y luego miró en círculo, viendo
que todos y cada uno de los animales compartían algo con ella. Todos sonreían.
Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días" https://www.agulleiro.es
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