Ansiedad

Comencé a respirar de forma entrecortada al tiempo que las lágrimas resbalaban por mi rostro. La opresión en el pecho y el estómago era tan grande que parecía estar a punto de explotar hacia dentro, intenté serenarme, pero eso solo consiguió hacer que me costase más respirar y que las lágrimas salieran, entonces, a borbotones. No podía más, me encogí en el suelo e intenté gritar, pero no conseguía tener el suficiente aire en los pulmones para poder hacerlo. Alcancé a ver de reojo la foto de mis padres colgada en la pared: «Ya no estáis aquí para ayudarme». Ese recuerdo hizo que se nublase mi vista a causa de la falta de oxígeno, necesitaba respirar. El aire que entraba desde el balcón de mi ático parecía pasar de largo por mi cuerpo, ni siquiera conseguía rozar la piel. No podía seguir así. Esa habría sido la única frase que habría dejado escrita en la nota si mi mente hubiese querido escribirla antes de saltar al vacío.

Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días" https://www.agulleiro.es


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