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«¿Cómo me siento…?», dijo en un susurro apenas audible. «Tiene usted dos hijos, ¿cierto? Imagine que mañana aparecen muertos, después piense en el vacío que tendrá en su interior cuando entre, dos semanas después, en la habitación de los niños y descubra que jamás volverán a pisarla. Piense en lo que sentirá al sentarse en su cama y ver todas sus cosas en las estanterías colocadas tal y como ellos las dejaron el último día que pasaron allí. Sienta cómo, al inspirar el olor que ellos dejaron, este le atraviesa los pulmones como si intentara coger aire bajo el agua. Ahora, imagine esa sensación en su cuerpo multiplicada por diez durante todos y cada uno de los segundos que pasan por su vida. Después míreme a los ojos. Vuelva a decirme que debo recuperar las ganas de vivir, doctor». Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días"  https://www.agulleiro.es Todos los derechos reservados

Dicen que el tiempo no se puede comprar. Sin embargo, he visto gente comprando su tiempo entregando a cambio el de sus amigos. He visto gente poniendo su alma a disposición de quien se atreviera a juzgarla, pero… ¿qué clase de tiempo es el que compran? Algunos desalmados vivieron un tiempo maravilloso, inundado de felicidad y fortuna. Otros pocos lo malgastaron lamentándose por el entregado a cambio. Si alguna vez tienes oportunidad de comprar tiempo, hazlo solo si crees que serás capaz de soportarlo, de lo contrario, es mejor que asumas que se ha acabado. Para alguien con alma es más duro vivir con la carga de haber privado a alguien de su tiempo que asumir que el suyo ha llegado a su final. Este relato está incluido en el libro "El mes más largo solo tiene 31 días"  https://www.agulleiro.es Todos los derechos reservados