Peón blanco

Mi madre me miró: —Hijo, ya sé que no me hablo con él y que tú ni siquiera lo has conocido, pero quiero que vayas a ver a mi hermano Raúl y le des esto ―dijo mientras se sacaba un sobre del bolsillo interior de su chaqueta—. Nuestro padre desapareció cuando los dos éramos unos críos y esta es la única foto que hay de él. Mi enfermedad no da tregua, no creo que me queden más de un par de semanas. Quiero que él pueda conservar la foto de su padre. Asentí con la cabeza, cogí las llaves de mi viejo Volkswagen escarabajo y conduje hasta llegar a su casa, en las afueras de la ciudad. Llamé a la puerta y un hombre con un gran parecido a mi madre me saludó sorprendido. —¿Sí? —Tío Raúl, disculpa que me presente así. Mi madre se muere. Me ha pedido que te entregue la única foto que existe de vuestro padre. Cogió el sobre, pensativo. —La única foto original. —¿Cómo? —Digo que es la única foto original. Recuerdo el día que le entregaron esta foto a tu abuelo. Se la dieron los del